Una pequeña niña se sentó en su habitación. Tenía un desordenado pelo, puesto en dos coletas, con ojos color avellana, que miraban a la puerta. Ella atrajo fuertemente su jirafa de peluche contra su pequeño cuerpo, y escuchó con atención los fuertes gritos de su padre y madre.
-¡Son niños, David! ¡No saben hacer nada mejor!-¡Nunca debí tener ningún maldito hijo! - Gritó una fuerte y grave voz.-Todo lo que hacen es desordenar, quejarse, pintar en las paredes... - Fue interrumpido por los gritos de la madre de la pequeña.
-Oh, maldición Marybeth. ¡No quiero escuchar ninguna de tus excusas de mierda! He tenido suficiente de ellas.
-¿Y qué esperas hacer con todo esto?
La pequeña escuchó unos fuertes pasos que iban hacia su habitación y apretó más fuerte a su jirafa. La puerta fue violentamente abierta, y en la entrada se paró, enfurecido, alto y gordo padre. En una de sus carnosas manos, traía un gran libro de texto.
-¡David, detente! - Gritó su madre-.
Pero el padre ignoró los llantos de su esposa. Tomó a la pequeña por el cuello, y ella gritó y pateó al aire. Temblando y sacudiéndose del miedo. El padre de la niña llevó duramente el libro de texto hacia arriba.
-¡Esto es por rayar las paredes, pequeña perra!
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Años después, la pequeña niña, ahora conocida como Natalie, tenía 9 años ahora. Pasando por la pubertad, ella era naturalmente un poco gordita. Como siempre, se sentó en su habitación a ver televisión. Su padre vociferaba algo sobre alguna estupidez económica a lo que a ella le importaba menos que una pelusa, así como ella comía sus palomitas de maíz. Ella también estaba dibujando, había un poco de sangre, pero inusualmente, a ella le gustaba dibujar cosas así. Le daba una extraña satisfacción. Además, hacer muchas cosas a la vez, no era un problema. Se volvió aparente para ella a una temprana edad. Después de tener que trabajar duro, para ella era un pan comido. Dibujar había terminado siendo uno de sus pasatiempos y más grandes talentos. Era su manera de escapar de lo común, cada vez que pasaba algo malo, o simplemente cuando estaba aburrida.
De repente escuchó como la puerta de su habitación se cerraba. Miró a su izquierda, deteniendo el masticar de sus palomitas. Ahí estaba su hermano Lucas, quien tenía 14 años.
- ¿Qué pasa?- Ella aún podía oír el sonido de su padre gritando- ¿Papá te asusta?- Él dejó escapar una risita.
- Ni modo. Yo creo que a estas alturas, nos acostumbramos a sus gritos.- Hubo una gran pausa- Así que, ¿Por qué estás aquí?- Parecía que él estaba jugando con sus mangas, y tenía unos pocos tics.
- Te tengo que preguntar algo... -Puso sus ojos sobre ella. Ella frunció el ceño ligeramente ya que su impaciencia crecía. Él la había interrumpido.
- ¿Qué? - Él se movió más cerca.
- Tú dijiste que querías ser genial, y crecer como una adolescente, ¿no? -Ella afirmó con su cabeza lentamente- Bueno, tengo una oferta.
- ¡Suéltalo ya!
-Tú sabes... tu sabes lo que los chicos y las chicas hacen juntos a veces, ¿no?
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Al otro día en la escuela, Natalie no dijo una palabra. Ella no habló en el día entero. Ella no tenía con quien hablar aún así. Nadie puede saber. Nadie debía saber. Así que, nadie lo sabría. Su maestra logró ver algunas miradas perdidas. Pero ella pensó que sólo no había entendido la lección. Además a Natalie le dolía mucho. Nunca pensó que le dolería. Sintiéndose asustada, caminó a su casa, silenciosamente, y fue a su habitación. Pero más tarde, fue recibida otra vez por su hermano.
Nadie lo sabría.
En la escuela decidió finalmente contarle a alguien. Aunque no tuviera amigas, pensó que debía hacerlo. Ella caminó hacia un grupo de chicas que ocasionalmente veía en el pasillo. Parecían buenas niñas, y Natalie había hablado un par de veces con ellas.
-Oye, Mía... -La pelirroja miró por sobre Natalie, con una dura mirada.
-¿Sí?
-Yo, uh... Necesito contarte algo... Ha estado pasando por un tiempo, y tú y tus amigas parecen ser las únicas en las que puedo confiar. - Mía y sus amigas parecieron sonreír por un momento, sólo un momento. Y Natalie lo supo, estaban hambrientas por los chismes.
-Está bien, puedes confiar.
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Un día después, eso fue todo lo que tomó. Ella había tenido comentarios constantes en las redes sociales, como Facebook. Una vez, incluso la llamaron puta. Sin mencionar que en la hora de comer, su almuerzo terminó en su cabello. Y esto iba a ser el menor de sus problemas, pero Natalie, teniendo tan sólo 9 años, no podía hacer nada más que estar completamente molesta.
De todas formas, jamás se cortó. Jamás miró mal a nadie. Nunca dijo nada sobre eso. Como puedes recordar, en esta historia, ella se ha guardado todo dentro. Pensó que sería mejor. No dejaría que ningún dolor la consumiera.
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3:00 AM, noche de escuela. Su madre la iba a matar. La chica conocida como Natalie, tenía 16 años ahora. Era muy productiva en la escuela, cerca del cuadro de honor. Por una vez se sentía feliz y tranquila. Aunque usualmente, ella se convertía como en un 'ermitaño' en su habitación, escondiéndose de su padre, quien aún le gustaba gritar, hablar sobre economía y estupideces de la que ella estaba cansada de escuchar.
Sus ojos se empezaron a sentir pesados. Tenía una asignatura en la que trabajar, pero ese no era su mayor problema. Todo en lo que podía pensar era en dormir. Cerró su laptop, ajustó sus ojos a la oscuridad y pudo ver, su desgastada jirafa de peluche en un rincón. Se le quedó mirando, en completo silencio. Los recuerdos pasaron por su mente y sus ojos empezaron a llorar. Pero sus ojos pestañearon y contuvieron las lágrimas. "No me derrumbaré" se dijo a sí misma. Pero continuó mirando la jirafa. "¿Qué mierda estoy mirando?" Ella se paró y fue a buscar a su pequeña jirafa.
- Lo- lo siento- Le dijo en susurros. Algunas lágrimas corrieron. Ella abrazó la jirafa, así como se tendía en la cama.
Se despertó de pronto por los gritos de su madre. Cansadamente abrió uno de sus ojos.
- No me puedo creer que se me haya olvidado quitarte la laptop anoche. ¡¿Estuviste toda la noche en ella, o no?! - Su madre suspiró y se fue. Así como Natalie tomó una ducha, cepilló sus dientes y comió su desayuno rápidamente antes que su tiempo se acabara. Saltó en el auto y dejó que su madre la condujera a la escuela.
Debido a la falta de sueño, apoyó su cabeza en el vidrio y comenzó a soñar. Tener pesadillas mejor dicho, que consistían en su abuso físico de su hermano Lucas, el que duró 4 años, hasta que tuvo las agallas para pararlo. Su madre nunca se enteró, nunca.
De pronto, fue despertada por su madre.
- Estamos aquí.- Ella miró el letrero de su escuela "Instituto Walkerville Para Las Bellas Artes".
- Te veré más tarde.- Se despidió Natalie.
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Su profesora de inglés molestamente puso su mano sobre el puesto de Natalie.
- ¿Donde esta su trabajo, señorita Ouellette?- Natalie tragó.
- Los he olvidado en casa. Perdón señorita Homenuik.
- Su tiempo se acabó, señorita Ouellette. No me decepcione.- Natalie se sintió perpleja por un momento. Esas palabras. Ignoró ese sentimiento y trató de escuchar la clase, en la que se quedó dormida, por su puesto. Luego ella salió de clase y caminó hasta su casillero. Cuando de repente encontró a su novio Chris parado al lado de él.
- Hablemos después de clase, ¿sí?- Dijo él. Ella sólo sonrío, le encantaba hablar con Chris. Nunca sospechó nada, era un buen chico.
Durando sus clases de francés, se atrevió a no poner atención. En vez de eso, prefería dibujar. Sangre, gore, masacres, gente siendo apuñalada. La gente decía que era muy oscuro de su parte dibujar tales cosas. Para ella siempre fue normal.
- Señorita Ouellette.
Natalie rápidamente cubrió sus dibujos y miró a su profesora, tratando de ocultar el miedo.
- ¿Sí señorita LeVasseur?
- Muéstreme su trabajo. -Natalie tuvo que quitar el brazo del dibujo de alguien siendo apuñalado por un hombre sin cordura. La profesora la miró perpleja.
- Borre eso y comience a trabajar- Dijo con una extraña calma en su voz. Natalie suspiró, así como su profesora se alejaba.- Y señorita Ouellette...- Dijo dándose la vuelta- Su tiempo casi se acaba, le sugiero que empiece a trabajar ahora.- Natalie gruñó, el tiempo nunca parecía estar a su favor. Caminó fuera de la escuela, feliz porque iría a hablar con Chris, eso le alegraría el día. Cuando lo vio, ella sonrío, pero él no le devolvió la sonrisa.
- Chris, ¿Que- qué pasa?, ¿De qué me querías hablar?- Él suspiró.
- Creo que es tiempo de que... nosotros... conozcamos a otras personas.- Sintió como su corazón se partía en dos.
- P-pero... ¿Por qué?
- Es tu mentalidad. ¡Tus dibujos!, me asustan, Natalie. Además nunca me has dicho porque actúas así, me haces sentir irresponsable. No puedo más con esto, lo siento. -Chris se alejó caminando.
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Natalie puso sus manos en el mostrador del baño. "No me haré daño como los otros... puedo mantenerme fuerte" En su mano había hilo negro y una aguja. "No tiene sentido, no ayudará" Alguna extraña fuerza la empujó a su subconsciente. "No, lo estoy haciendo porque quiero" sostuvo en lo alto la aguja con el hilo, y sonrío de oreja a oreja. "El tiempo se acabó". Pieza tras pieza, corte tras corte. Aún con el dolor enloquecedor, ella no gimió. No gritó. No lloró. No quedaban ya lágrimas. Todo lo que hacía era sonreír. La sangre caía de las perforaciones en el fregadero y el mostrador. Cuando terminó, admiró su trabajo. Vio los puntos de sutura que formaban una gran sonrisa. Lamía la sangre de sus dedos, sintiendo el sabor metálico. Ella se detuvo cuando vio el reflejo de su madre en el espejo. Vio sus ojos abiertos y su cara tan pálida como la nieve. De pronto, sintió todo el dolor, y comenzó a llorar.
- ¿Mamá?- Primera vez que se sentía tan confusa, ¿Qué le estaba pasando?
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Su madre agenda una hora para terapia. Natalie no se deshizo de las perforaciones. Así que fue con ellos, pero se aseguró que su capucha estuviese arriba, así nadie las vería. Se sentó frente a la señora rubia.
- Tu nombre es Natalie, ¿no?- Natalie sólo la miró- Soy Débora, estoy aquí para ayudar. Así que dime, ¿Cuáles son tus problemas?
- El tiempo. Él es mi problema.
- ¿Qué cosas sobre el tiempo, querida?
- Todo. Te hace vivir dentro de él. Pasando tan lentamente en la vida. Siendo controlado por la sociedad, sólo para ser torturado aparentemente sin fin, hasta que te das cuenta de que no tienes un propósito. Es un círculo vicioso. El tiempo no termina. No se apresura. No se ralentiza. Es violento. Te tortura una y otra vez. No siendo hábil para poder "adelantar" el proceso.- Natalie no tenía ni idea de lo que dijo. Ella se sentía como si ya no fuera ella misma. Podría ser... ¿Por la cosas que se guardaba? No, imposible. Por alguna extraña razón, le gustaba.
- Natalie, necesito que me digas que te está pasando.- Natalie sonrío, haciendo que las perforaciones se volvieran a abrir.
- ¿Por qué no me lo dices tú, rubiecita? Tú eres la experta- Débora le dio una mirada de molestia.
- Natalie, no te puedo ayudar si no me dices que pasa.
- Natalie ya no está aquí.- Los ojos de Débora se abrieron como platos. Se paró y dijo:
- Estaré devuelta en seguida. Por favor quédate aquí.- Se fue, dejando a Natalie sola. Ella sólo se quedo ahí sentada. Tal vez si ella hubiese hecho algo en este punto, Natalie no sería la que es ahora. Habrá más gente viva. E incluso, estaría cuerda otra vez.
Me encantaría decir que Natalie se paró de la silla e hizo algo. Pero no. Sólo se quedó ahí, sentada. Sin hacer nada, ni moverse siquiera. Después, cuando comenzaba a notarse su impaciencia sus padres entraron a buscar a Natalie. Feliz porque se irían. Vio la cara de preocupación y enojo en la cara de sus padres. Ella estaba confundida, pero sólo se subió al auto, ya quería irse a casa. En el camino, Natalie se durmió por fin. Pero en su sueño, una voz le dijo extrañamente:
-Tu tiempo se acabó.
Ella se despertó de un golpe con gotas de sudor bajando por su cara.
No estaba en casa. Ni en el auto.
Estaba en una cama. Una cama blanca, en una habitación blanca. Miró a su lado, estaba conectada a un monitor. Y cuando se trató de incorporar, descubrió que estaba atada a la cama. Empezó a entrar en pánico, y tratar de liberarse desesperadamente. Cuando la puerta se abrió, y entró un doctor cliché de los que encuentras en un laboratorio.
- Debes estar muy confusa, me imagino. Pero no te preocupes, estamos aquí para ayudar. Tus padres firmaron un contrato para darte unas drogas para ayudar tu estado mental.- Ella iba a protestar pero el doctor se le adelantó.- No debes preocuparte. Ahora sólo trata de relajarte.- Él le puso una máscara que le cubría la nariz y boca. De pronto sus ojos se cerraron.
De repente, abrió sus ojos. No podía comprender que estaba viendo. Le habían clavado muchas inyecciones, había cosas frotadas en su piel. Se sentía como esas personas que sentían toda la operación, aún con la anestesia, cuando su cerebro no responde. Pero el suyo sí que lo hacía. Su monitor cardíaco se empezó a acelerar y los doctores se dieron cuenta que sus ojos estaban abiertos. Un doctor le gritaba al otro. Ella no sabía lo que decía, pero sintió una descarga de adrenalina. Luego empezó a quitarse las amarras, sacudiéndose violentamente. Uno de los doctores la iba a sostener, pero vaciló un momento y todos los doctores se mantuvieron lejos. Ella se sentó en la cama y se quitó la máscara y los tubos de su piel. Comenzó a caminar hacia los doctores. Les dedicó unas sonrisas desquiciadas. Pero afortunadamente, sintió un dolor en su pecho y cayó sombre sus rodillas, tosiendo sangre. Veía todo borroso y de pronto, un fondo negro.
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Ella se despertó en la cama otra vez, muy lentamente. El doctor estaba sentado en la cama.
- Algo fue mal, extremadamente mal.- Ella no sabía porque pero sentía una ira incontrolable hacía el doctor. Él se dio cuenta y desvió la mirada.- Se suponía que no despertarías mientras te dábamos las dosis para tu mentalidad. No sabemos en qué te afecto, pero estoy seguro que lo averiguaremos.- Él hizo una pequeña pausa, sin mirarla obviamente.- Se suponía que habría un cambio en tu apariencia, y bueno...- Ella se miró al espejo, sus ojos era completamente... verdes. Vio que aun tenía las perforaciones, y no pudo sentirse más que feliz. Su frecuencia cardíaca comenzó a acelerarse otra vez.
- Hahahaha - Ella no podía dejar de reír- El doctor estaba en shock, viendo como ella se paraba en frente suyo.- ¿Doctor? -dijo con una sonrisa.
- ¿S-sí?
- Su tiempo se acabó.
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Un grito se escuchó en el hospital. Dos guardias llegaron al instante, pero todo lo que vieron fue sangre. En el piso, en la cama, en la pared. El doctor tenía la columna quebrada. Estaba apretado en la cama, como un sándwich. Y en la esquina, estaba la asesina. Dibujando en las paredes con la sangre, seguido con la frase "Tu tiempo se acabó" Se dio la vuelta, y los vio.
- Hola amigos, ¿Quieren jugar? - Dijo con una voz de desquiciada.
Cuando los guardias habían sacado sus pistolas, Natalie estaba preparada con un cuchillo. Le dio en el estómago al primer guardia, ahora con todas sus tripas fuera. Y luego caminó lentamente al segundo guardia.
- Tu tiempo se acabó.- Le dio con el cuchillo en la arteria aorta. Luego hizo bajar el cuchillo por el pecho hasta el estomago. Con todos sus órganos en el piso.
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La madre de Natalie estaba silenciosamente durmiendo al lado de su marido. Estaba lloviendo a mares afuera y ella se despertó con el sonido de alguien tocando la puerta de la casa. Se levantó, con cuidado hasta la puerta. Vaciló antes de tomar la manilla. Había una risa macabra. Y los truenos y la lluvia parecieron cesar al instante. Presionó su oreja contra la puerta y escucho:
- Hola, madre.
Natalie rompió la puerta, y entró con dos cuchillos. Uno en cada mano. Su madre se sobresaltó y caminó hacia atrás tan fuertemente que se golpeó con el perchero. Cayó paralizada, pero aún consiente. Natalie se acercó a ella, mostrándole los dos cuchillos.
- Yo estaba sufriendo, madre...- Le pasó el cuchillo por la mejilla, cortándola.- Pero no hiciste nada...- Todo lo que la madre podía hacer era respirar a bocanadas y temblar. Natalie la tomó y la sentó. Comenzado a hacerle un corte en forma de V. Ella no podía hacer nada mientras lo hacía, luego su respiración comenzó a convertirse en gárgaras, por la sangre. A Natalie no le quedaba mucho tiempo, así que terminó de cortar y ¡Crack! rompió su costilla en busca del corazón, sosteniéndolo, cuando aún latía. Ella seguía mirando a su madre, hasta su muerte.
- Dulces sueños.- Le dijo al cuerpo.- Tu tiempo se había acabado.- Puso el corazón en la boca de su madre. Ella aún no había terminado.
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El padre de Natalie, David, se incorporó al ver que su esposa aún no regresaba. Cuando sus ojos se ajustaron a la oscuridad, se dio cuenta que Natalie estaba junto a su cama, y ella puso una cara triste falsa.
- Oh no, mamá se ha ido...me pregunto ¿Quién conseguirá el dinero ahora?- De pronto agarró la frente de su padre.- De todos modos, era todo lo que te preocupaba.- De todas formas, su padre era un luchador, así que tumbó a Natalie en el suelo, y la pateó hasta que empezó a toser sangre.- ¿N-no se siente bien papi? hahaha. Después de todo, nunca te importó hacerlo todos estos años, ¿No es así? -El frunció el ceño.
- Tú no eres mi hija.
- Tienes razón, no lo soy.- De pronto, derribó a su padre y se levantó, con los cuchillos en las manos- Dicen que mientras más grandes son, más fuerte caen.- Mientras le faltaba el aliento, Natalie tomó una almohada y la presionó contra la cara de su padre, cada vez más fuerte, mientras él gemía y lloraba del dolor.- ¿Qué pasa?¿mucho dolor para ti, papi?- Lo apuñaló dos veces con los cuchillos en el estómago y luego rompió uno de los palos de la cama, que eran pesados por la madera.- Los necesitaré- Tomó el palo y lo puso primero en las piernas y se sentó sobre él, cada vez subiendo por su cuerpo. Él se empezó a atragantar con su propia sangre. Hasta que su respiración fue silenciada.- Ah, vamos- Ella se forzó a agregar peso y de pronto, los órganos salieron de la boca de su padre. Ella sonreía por su éxito.
- Tu tiempo se había acabado, papi.
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Finalmente, la parte más divertida. Ella silenciosamente caminó a la habitación de su hermano, abriendo la puerta. Se dio cuenta que la cama estaba vacía, él se estaba escondiendo.
- Oh, hermano, vamos.- Entró en la habitación- Todo lo que quiero es un poco de diversión, hahaha. Como ella entro más, se quedó quieta para escuchar cualquier sonido. Alguna respiración. Algún sonido de movimiento. Y de pronto, ella escuchó algo. Una respiración.
¡BAM!
Su hermano estaba detrás de ella sosteniendo un bate de baseball ensangrentado. Mirándola, con un profundo odio. Ella trató de incorporarse lentamente. Pero cuando lo lograba fue golpeada. Una vez, y otra vez y otra y otra y otra.
- ¡Mamá siempre te prefirió, perra!- Él la golpeó fuerte una vez más, para tomar algo de aire. Ella estaba sangrando mucho. Sus ojos verdes cayeron y brillaron débilmente en la oscuridad. Se sintió débil, hasta que miró el techo. Recordó el abuso, por 4 malditos años mirando ese techo mientras era torturada por su propio hermano. Sentía la adrenalina correr por su cuerpo y se comenzó a parar lentamente con una risa insana.
-HAHAHAHAHAHAHA.- Su hermano fue a pegarle de nuevo con el bate, pero ella bloqueó el ataque con sus cuchillos.- ¡TE IRÁS AL INFIERNO, HERMANO!- Dijo dándole un empujón que lo mandó volando a la cama. El se golpeó con el respaldo, y a punto de lanzarse contra su hermana, hasta que ella clavó sus cuchillos entre los brazos y el respaldo para mantenerlo quieto.
- Veamos que podemos usar...- Tomó un simple cuchillo de mantequilla- Dicen que los ojos son los órganos más suaves en el cuerpo...- Lamió el cuchillo.- Cómo la mantequilla.- Él la miró horrorizado. Sólo quería salir de ahí. Ella comenzó a quitar los ojos de su hermano con el cuchillo. El comenzó a gritar. No podía ver nada y el dolor era inimaginable. -Ahora, ahora... no puedo dejar que despiertes a los vecinos.- La sangre brotaba de sus cuencos vacíos. Lloraría, pero ahora él no podía. Ella le ató un trozo de género a la boca.
-Mnh...-Dijo ella buscando otra cosa que usar. Encontró un par de tijeras.- Me parece que tenemos que aflojar el corte, hermano.- Ella lo apuñaló con las tijeras en las tripas, cortando cada detalle de piel como si fuera papel. Ella levantó el intestino largo, sonriendo traviesamente.- ¿Sabes lo que amo? arte con macarrones.- Empezó a cortar el intestino en partes- Aunque creo que esto será muy grande como para ponerlo en un plato.- Escuchaba como su hermano se ahogaba con la sangre, él sólo la podía tragar, por el trozo de género en su boca, ahora cubierto de sangre. - ¿No sabe bien?- Dijo ella lamiéndose los dedos con sangre.- Estoy segura de que te gusta.
Ella comenzó a rasgarle los pies, uno por uno. Sus gritos crecieron inútilmente. Luego fue por sus dedos. Fue cortándolos también. Ella escuchaba que el gorgoteo se volvía más intenso. Su hermano se estaba ahogando. Ella fue y le quitó el género. Él se dio vuelta de inmediato y comenzó a vomitar violentamente.
- Calma ahí, hermanito.- Tomó uno de los dedos cortados.- Come esto y te sentirás mejor.- Ella dejó el dedo ahí, mientras su hermano se ahogaba lentamente, hasta que murió.
- Tu tiempo, se había acabado hermanito.
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La chica, conocida como Natalie, fue hacia su habitación y vio en la esquina a la pequeña jirafa de peluche. Se arrodilló y la miró, sin decir una palabra. Luego fue al baño, y se admiró, cubierta de sangre. Ella escuchaba un débil sonido de un Tic-tac. Miró hacia abajo y vio un pequeño reloj de bolsillo. Miró sus manos, escuchando los Tic-tac que parecían durar una eternidad.
Ella tomó uno de los cuchillos que goteaban sangre que caía al mostrador. Y comenzó a desarmar el reloj, hasta que sólo quedó un reloj pequeño que no funcionaba.
- El tiempo te hace vivir dentro de la tortura.- Dijo clavándose el cuchillo en el ojo.
- Lentamente progresando en la vida, siendo controlado por la sociedad.- Comenzó a excavar en la cuenca, mientras la visión se le teñía de rojo y se volvía borrosa.
- Hasta que te das cuenta que no tienes un propósito.- Sintió como su ojo se desprendía, haciendo que la sangre cayera al fregadero.
- Es un circulo vicioso.- Su ojo se terminó de salir y sintió un dolor agudo conectándolo con su cabeza.
- El tiempo no se acelera. No se ralentiza. Es violento. -Ella tomó el nervio que unía su ojo con la cuenca y tiró fuertemente, hasta que cayó en el fregadero.
- Te hace vivir la tortura, una y otra, y otra vez.- Dijo colocando el reloj donde su ojo debería estar.
- Siendo incapaz de acelerar el proceso.- Un sonido de chapoteo indicó que el reloj encajaba perfectamente.
- Yo soy Clockwork.
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La chica conocida como Natalie, salió de su casa en llamas. Y la jirafa, junto con los cadáveres de la familia se quemaba lentamente.
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